lunes, 10 de noviembre de 2008

Las mujeres-hombre. Curiosísima noticia.

Kruja (Albania), 10 nov (EFE).- En las montañas de Albania viven
todavía las últimas mujeres convertidas socialmente en hombres según
un código ancestral que en una sociedad patriarcal les permitía
asumir todas las atribuciones de un verdadero varón.
Una de ellas es Qamile Stema, que se convirtió en Qamil, su
equivalente masculino, que sigue usando hoy.
La hija pequeña entre ocho hermanas juró por voluntad propia hace
casi ocho décadas que nunca se casaría, y que permanecería virgen
hasta el fin de su vida.

Qamile, que tiene ahora 88 años, ocupó el lugar de su padre, se
cortó el pelo, se despojó del vestido y se vistió con la
indumentaria "brekushe" (pantalones negros anchos, chaleco, camisa y
gorra blanca), típica de los hombres de la región de Kruja.
Lo único que resulta extraño en el conjunto es la pistola que
solía meterse en la cintura para protegerse de una posible agresión.
Éstas eran algunas de las obligaciones impuestas por 12 hombres
llamados garantes, cuya misión era vigilar el cumplimiento del
juramento que las vírgenes habían hecho ante ellos, explicó a Efe el
profesor de etnografía Mark Tirta.
Las mujeres se convertían en hombres no sólo cuando faltaban
varones en casa, sino también en caso de rechazo al novio que les
había escogido el padre.
Mediante esta conversión, las vírgenes gozaban de más libertades
en una sociedad rural patriarcal que despreciaba el papel de la
mujer, aunque no implicaba convertirse en homosexuales, dijo Tirta.
Este fenómeno social, del que aún existen unas veinte
representantes en todo el país, tiene sus raíces en el código
medieval de Lek Dukagjini, que rigió la vida social y económica de
los montañeses albaneses católicos y musulmanes entre los siglos XV
y XIX.
Qamile recuerda con nostalgia las largas charlas entre humo de
tabaco en compañía de los hombres, cómo llevaba a pastar a las
cabras, la temporada de producción de raki (aguardiente), los rezos
con los hombres los viernes en la mezquita, momentos que nunca
habría podido saborear siendo una simple mujer.
Cuando se le pregunta si se ha puesto alguna vez el delantal para
lavar los platos responde con humor: "yo no soy una mujer".
Se muestra satisfecha con su vida de hombre, al declarar que no
se ha peleado nunca con ellos. "Me han tratado como a un hermano y
no son cotillas como las mujeres", dice riéndose.
Pero mientras menciona los privilegios, revela algunas
desventajas concretas de su vida dualista, como una ceremonia
nupcial, cuando un hombre muy celoso se abalanzó sobre ella para
matarla al ver que bailaba muy apretada con su mujer.
Además, confiesa que se sentía muy incómoda cuando le venía la
menstruación y tenía que pasar horas y horas sentada en reuniones
con los hombres para tomar decisiones sobre los problemas locales.
"No me ponía sujetador y para esconder los pechos los aplastaba
con una faja bien apretada", explicó a Efe.
A pesar de haberse quedado sola después de fallecer su madre y
hermanas, y de que sus sobrinos viven lejos, asegura que no se ha
arrepentido de su vida.
"Vivo sola, igual que los que se casaron y que ahora están
abandonados por sus hijos", se justifica, y critica a los hombres de
hoy que han perdido la virilidad por haber tolerado recibir órdenes
de sus esposas. EFE

2 comentarios:

Mrs Jones dijo...

Jo, sí, hay tantas cosas curiosas ocurriendo por el mundo que no sabemos...

Pecosa dijo...

Pues a mi me parece penoso que aún haya discriminación sexista en tantos países, sea o no por cuestiones culturales. Hay temas culturales que respeto y otros que no; ya que ¿por qué tengo que respetar a quien no respeta? ¿Que sea algo cultural quiere decir que sea lícito?
Me parece que de las peores cosas que le pueden pasar a una persona es avergonzarse (y de paso, renegar) de quien es.