viernes, 18 de julio de 2008

Batallas y anécdotas con Ethiopian Airlines


Las líneas aéreas de Etiopía son muy divertidas. Hace más o menos un año andaba yo dando tumbos por ese país. Me suelo desplazar en bus, pero me quedaban dos días para volver a España y tenía que coger forzosamente un avión a Adis Abeba para no perder mi vuelo de regreso a Madrid. De tal manera, que estoy en La Libela (ciudad patrimonio de la humandidad de unos 20 mil habitantes y situada a unos 800 kms de la capital) y me dirijo a la oficina de la compañía: "Hello, hello, how are you...(estilo Botín), es que estoy en lista de espera para volar ahora por la mañana a Adis" "Ahhh, sí, aquí te veo en la lista, déjame comprobar..." El tipo llama por walky al aeropuerto y le confirman que hay plaza para mí. Total, que me da una tarjeta de embarque en blanco, y le digo: "Perdone, aquí ni pone mi nombre, ni si tengo ventanilla o pasillo". Y me dice: "Esta tarjeta no las voy repartiendo por ahí a cualquiera, sólo se la doy a los viajeros. Así que, ¿para que voy a poner el nombre si yo sé quién es el que viaja? El que la tiene sube al avión". ¿Qué se puede decir ante tanta lógica? También me dijo que allí no hay ni asiento ni pasillo, que conforme entras coges el primero que ves libre y ese es tuyo. Es decir, concepto autobús. Así que emocionado por las buenas noticias busco un vehículo que me baje al aeropuerto (a 20 o 30 kms de la ciudad). Me acoplé en un land rover antiguo que llevaba a unas italianas también de vuelta a su país.

En cuanto fui a facturar comprobé que había sido muy optimista. No había plaza para mí. Monté un pollo al jefe del aeropuerto que resultó ser hermano del tipo de la oficina. Estaba tan desesperado que le pregunté si no quedaría algún asiento libre en business. En ese momento se quedó muy serio, miró a su compañero, y los dos soltaron una carcajada tremenda mientras me miraban como diciendo: "Gilipollas, aquí no hay businesss, cómo se te ocurre preguntar semejante estupidez". Después de un par de horas de espera me dijo que podía subir a la ciudad en su coche y que en la oficina resolveríamos el asunto. El aeropuerto es muy pequeño, sólo tiene un vuelo diario, y el avión es de hélices, como de juguete. No había terminado de despegar cuando todo el personal estaba ya preparado para volver a la ciudad. Son gente solidaria. Se achucharon como pudieron y me dejaron un hueco en el todo terreno. Ya se sabe, donde caben 11, caben 12.

Ya en la oficina, me piden disculpas otra vez y me dicen que no me preocupe, que al día siguiente vuelo sin problemas. Yo no me fiaba un pelo, y les decía que cómo me podían garantizar eso. Y ahí llego el momento glorioso del día. El chaval saca un folio con el nombre de todos los pasajeros, coge un rotulador y tacha el último nombre de la lista. Entonces me miró con cara de "ya ves que aquí se hace lo que me sale de los huevos y si mis cojones dicen que mañana vuelas es que mañana vuelas". Inmediantamente me dijo, "escribe aquí tu nombre. Ves, como sí que vuelas mañana". No sabía si darle un beso, una propina o si sentirme mal porque un tipo se iba a quedar en tierra y yo iba a ocupar su asiento. El caso es que no me puse moralista con el etiope ni quise darle lecciones de nada. Si esa es su forma de trabajar y de organizar los vuelos hay que respetarla y punto.

Al día siguiente andaba acojonado y hasta que no me viera dentro del avión no me lo iba a creer. Pero sí que volé y comprobé varias curiosidades.
1. Cuando facturas no hay cinta de goma automática. La maleta se pesa en una báscula grande, como las de de toda la vida, y un lugareño la coge con las manos y desaparece con ella supuestamente hacia el avión.
2. ¿Quién no ha tenido la tentación de pesarse en la cinta donde facturan las maletas? Allí tienen las mismas inquietudes pero nadie se queda con las ganas. Todos los viajeros se suben a la bascula en cuanto facturan. Hacen las consiguientes bromas, se rien, etc... Yo no fui menos, y animado por la impunidad me pesé para saber cuántos kilos me había consumido la diarrea.
3. Algunos desconfían de la precisión de la báscula. Lo comprobé con dos parejas. Primero se subía uno, luego el otro. Y después los dos a la vez. No sé si no sabían sumar y tenían ilusión por ver cuánto pesa el matrimonio junto, o si es que pensaban que quizás la que no sabía sumar era la máquina y querían comprobarlo.
4. Un remache no es eterno. Cuando una de esas piezas del fuselaje de un avión etíope desaparece o algún elemento parece suelto se opta por una especie de pegamento. No se plantea poner otro remache en su lugar.
5. La azafata es como el resto de las etiopes: espectacularmente guapa. Y su belleza es tan grande como el lamparon de su camisa.
6. El avión hace paradas como los autobuses. 800 kms, 3 escalas.

Al día siguiente, y sin contratiempos, regresé a Madrid en un vuelo "casi directo". Adis- Jartum, Jartum-Frankfurt, Francfurt-Madrid.

1 comentario:

Pecosa dijo...

Jo, chico... ¡Vaya jaleo! Y luego nos quejamos de la Renfe...