sábado, 19 de julio de 2008

Un urbanita en el pueblo

Es el quinto cambio de domicilio en 3 años y medio. Hace unos días me he mudado a un pueblo que está a 10 minutos de Avila y mi llegada ha sido la noticia más importante en mucho tiempo . No porque yo sea especial, sino porque en un pueblo donde viven 15 habitantes un nuevo vecino es todo un acontecimiento.
Sí, sólo 15 vecinos. Sí, es muy tranquilo. Sí, al pueblo se le puede poner el adjetivo de "muerto". Pero en esta etapa de mi vida ese pueblo más que un hogar es una trinchera.
Eso sí, en estas fechas somos más. Vuelve mucha gente que pasa la mayor parte del año en Avila o en Madrid. La población se duplica y los fines de semana podemos alcanzar la friolera de 30 habitantes, o más. Un agobio, vamos.
Mis vecinos son en su mayoria viejitos. Puede que sea un poco exagerado, pero no creo que entre todos sumen 100 dientes. Aunque son 15, para comunicarse con ellos uno no cuenta porque es sordo. Para entender lo que le preguntas se acerca a dos centímetros de tu cara. A pesar de esto el pobre sigue sin enterarse de nada.
En el pueblo hay también un rebaño de ovejas (clavaditas todas a dolly), unas cuantas vacas, una docena de aburridos perros mestizos y un grupo de 5 burros que huyen cuando me acerco a acariciarlos. Con estos últimos he tenido mis problemillas. Es bastante habitual que vengan durante las madrugadas a afilar sus dientes con las rejas de mi casa (con el consiguiente susto) y a cagarse en mi puerta. Ya he dicho que mi pueblo no es Nueva York, pero me da la sensación de que entre todas las casas que hay, la han tomado con la mía. Pero bueno, es lo que tiene vivir en un pueblito, que los truños de los animales no molestan.
Cuando uno llega de noche a casa hay que tener cuidado con el coche. Hay dos vacas que ya tengo fichadas que disfrutan durmiendo en mitad de la carretera a la entrada del pueblo. Si hay una característica que define a una vaca avileña de 700 kilos es su falta de agilidad. Cuando ve que un coche se dirige hacia ella y está a punto de atropellarla ni guiña los ojos. Hace una semana casi me trago a la negra. Por un momento vi su hocico estampado contra mi radiador. La jodía ni se inmutó.
Otro de los peligros nocturnos son los zorros. Anoche en un tramo de 5 kilómetros se me cruzaron 3. Al último no lo pude esquivar y le di un buen viaje. Me dio mucha pena pensar que me había cargado a un animal tan bonito. Esta mañana esperaba ver su cuerpo espachurrado en la carretera. Pero no, afortunadamente escapó con vida porque en el asfalto no he visto nada parecido a una alfombra.
En mi pueblo no hay teléfono. He descubierto que telefónica te puede poner en casa un aparato llamado track por el que puedes llamar vía radio. Si quieres internet tiene que ser a través de ese instrumento y claro, es a 56 kb, como antiguamente. De televisión tampoco andamos sobrados. Antena 3, la sexta y Cuatro ni las cojo y Tele 5 fatal. Aunque esto no es problema teniendo Digital +. Tdt por su puesto que tampoco hay. Y para rematar mi aislamiento tampoco tengo cobertura. Para coger una rayita en el móvil tengo que abrir una ventana en concreto de la planta de arriba, sacar medio cuerpo entre las rejas y, con suerte, hablar entrecortado.
Y todo esto a tan solo 15 kms de una capital de provincia.

2 comentarios:

Pecosa dijo...

¿Tiene alguna finalidad el que te hayas ido a vivir ahí?

Pi dijo...

El mejor de tus post, querido.
Esas vacas, esos perros aburridos, ese vecino pegado a tu cara... cómo mola todo! Y todavía no conoces a Clemencia? me dejaba un huerto en la porra pero con mucha agua, digo, por si te interesa.
Ej lo que tiene vivir en un pueblo. Y qué bonito, sin embargo.