domingo, 14 de diciembre de 2008

Crossing USA II

(continuación de Crossing USA I)

Cuando aquella enorme chica caminaba a duras penas por el pasillo del autobús rozándose las caderas con los asientos, sospeché que se iba a sentar a mi lado. Así fue. Jamás he viajado junto a una modelo. Siempre, señoras mayores o alguna monja (¿por qué las monjas siempre van en la primera fila?). La chica ocupó su sitio y parte del mío. Al poco sacó un libro de su mochila. Era un manual de autoayuda para embarazadas. Sería un bebé feliz con una placenta duplex, parcela propia y zonas comunes.
La chica olía fatal. Es habitual cruzarse con tíos que huelen mal, pero esa chica parecía que llevara una semana muerta bajo el sol. Iba a dar a luz al primer bebé en nacer con mascarilla. Le pregunté dónde se iba a bajar y me dijo que en Denver. Como el viaje duraba tantas horas uno relativiza todo. Pense, "joder, para Denver quedan 8 horas, tampoco es tanto".
La chica es probable que no se hubiera duchado desde que concibió el niño y, como en el autobús también hace calor, aquello se convirtió en insoportable.
Saqué uno de los 200 abanicos que me lleve a USA. Sí, 200 y sí, abanicos. Los compré en un mayorista chino de Tirso de Molina y me los llevé para venderlos en Los Angeles. Ya sé que suena friky, pero los comproba por 80 pesetas y 100 los que tenían encaje, y los vendía por 6 o 7 dólares. Eran horterísimas. Toreros, toros, sevillanas, castañuelas, etc... Si me llegan a registrar en la aduana del aeropurto de NY no sé qué hubiera dicho. Aunque tampoco sé cuál es la condena por tráfico internacional de abanicos. Bueno, el caso es que estaba con mi cara pegada al cristal y mi abanico de sevillanas dándome aire. Qué alivio cuando se bajó.
Cruzar las Rocosas fue genial. Un paisaje precioso. Pasamos por delante de una casa propiedad de Woody Allen. Es un enorme cilindro de hormigón de 30 o 40 metros de altura y arriba una casa en forma de platillo volante y acristalada entera. En las cuestas el autobús subía a unos 40 kms/h. Un pasajero preguntó por qué iba tan lento. La conductora indignada respondió "oiga, en este autobus van 50 personas. Si en su coche montara a 50 ¿iría rápido?". Creo que a pesar de su profesión la señora no había entendido que el concepto autobús consiste en eso, llevar a mucha gente a a la vez y rapidito. Cuando mejoró su humor nos dijo que el bus tenia 12 millones de kilómetros recorridos.
Amanecimos en Las Vegas. No sé el motivo, pero nos dijeron que íbamos a parar 3 horas. Me fui a desayunar a un casino con Ramón. Un mexicano que arreglaba tejados y que volvía a L.A. A las 7 de la mañana los casinos no están llenos pero aún quedaban muchos viciosos en las máquinas. Había dos tipos: los de ojeras eran los que estaban de empalmada. Podían llevar 15 o 20 horas jugando. Parecían zombis. Luego estaban los recien duchados. Tenían pinta de frescos, pero igual de viciosos porque habían madrugado para jugar.
Pocas horas después llegábamos a L.A. 76 horas después y con 4 de retraso. La pereza fue que al llegar tuve que coger otro bus hasta llegar a Longbeach. Pero bueno, esa ya es otra historia

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Con el abanico de sevillanas tienes que ganar muchisimo, jaja

Anónimo dijo...

Me has sacado una carcajada

Pecosa dijo...

Así que entre las variopintas profesiones de tu Currículum Vitae está la de contrabandista de abanicos de aire folclórico.

...

Y luego resulta que los "personajes" son los que están a tu alrededor.

chuikov dijo...

dios nos cria....

Música dijo...

que grande eres Chuikov!, me ha encantao lo tuyo con los abanicos en América, y estoy con Pecosa...unos cardan la lana y otros se llevan la fama.
Espero la próxima entrega del viaje, genial el tu contar las cosas. muaka!