sábado, 27 de febrero de 2010

Los ojos de la guerra



Estoy leyendo un libro titulado "Los ojos de la guerra" (editado en 2001 por Manu Leguineche y Gervasio Sánchez). Está dedicado a la memoria del cámara Miguel Gil y el reportero Kurt Schork, ambos asesinados en una emboscada en Sierra Leona.
70 corresponsales y amigos recuerdan cómo les conocieron, cómo trabajaban, etc... De los muertos sólo se habla bien, pero en este caso me da la sensación que a Miguel Gil lo describen con bastante fidelidad.

Miguel Gil era abogado y un buen día decidió irse a la guerra de Yugoslavia. Abandonó su cómodo bufete y se fue en una moto de cross desde Barcelona hasta Mostar. Iba con un poco de dinero y una mochila. Pasó unos meses escondiéndose de los bombardeos serbios como un musulman más. Sabía más serbocroata que inglés y empezó a trabajar como chófer de los reporteros de la agencia AP. Luego fue productor y en los ratos libres aprendió a usar la cámara.
No tiene pinta de que fuera Spielberg, pero además de conocimientos técnicos, para apretar al rec en la cámara también es necesaria la pasión. A los pocos años dieron el premio Rory Peck al mejor cámara. Ningún periodista, salvo él, grabó el asedio ruso a Grozny, en Chechenia (para llegar allí tuvo que cruzar las montañas a pie y atravesar el cerco militar ruso) También fue el único que mostró cómo los serbios expulsaban del país a los bosnios en trenes atestados (esas imágenes dieron la vuelta al mundo y sirvieron para presionar a los que podían hacer que las cosas cambiaran). Los serbios le dejaron grabar porque estaban convencidos de que su limpieza étnica era justa.

No es fácil encontrar cosas grabadas por él porque los cámaras no firman su trabajo. En la web de los Rory Peck Award no tienen nada colgado. Al final he encontrado un recopilatorio suyo que me ha dejado impactado. No me había fijado antes hasta qué punto la sensibilidad y el compromiso de un tío que simplemente le da al rec puede tatuarse en los planos. Las imágenes muestran el horror de la guerra sin necesidad de ver tiros y militares en las trincheras. Viendo las secuencias me da la sensación que el que está detrás de la cámara es una buena persona y no un carroñero.
(Por cierto, y a modo de curiosidad. Miguel Gil estaba enamorado de Elida Ramadani, una productora de AP. Tras su muerte se casó con otro productor que pocos meses después fue asesinado en Bosnia. Que te maten a dos parejas en un año... Vi su foto en facebook y aparece abrazada a una niña que sospecho que es su hija (?).



6 comentarios:

ulises dijo...

Seguro que era adicto a la adrenalina y murió como le gustaría haber muerto.
Cuando vas a conflictos bélicos das por hecho que tienes un porcentaje alto de no volver.

Pecosa dijo...

Uff, qué vídeo... Como toca la fibra...

Como me he quedado muda, simplemente dejo aquí la cita que abre la web de la Fundación Miguel Gil Moreno: "Hay historias donde lo más peligroso no es arriesgar la vida por contarlas, sino dejar de filmarlas".

La Maga dijo...

La guerra de Sierra Leona ya nos parece muy lejana, pero como todas las guerras, fue atroz. Yo conozco a un chico de allí que actualmente reside en España. Pasó diez años vagando por Áfríca antes de llegar a España a través de Mauritania en un barco de polizón. Gracias al trabajo de los periodistas y cámaras de televisión podemos conocer su historia.

Un saludo.

Unknown dijo...

Como siempre, es en las guerras donde el ser humano demuestra que es un lobo entre lobos.
Ni será ni el primero ni el último (sea del país que sea) que muera retratando que injustos y egoístas somos.

Mery Fence dijo...

Pasar de abogado a jugarse el pellejo de esa forma...

chuikov dijo...

yo creo que al principio buscó emociones en su vida. luego el tipo sintió que informar de las injusticias era una labor encomendada y que no podía renunciar a su obligación.