lunes, 6 de abril de 2009

Crónicas etiópes 6 (eso creo)

Andaba yo perdido en una porquería de pueblo sin ningún interés. Eran las 2 de la tarde y ya no había autobuses que fuera a Lalibela. Quedaban 180 kms de camino y me resistía a perder un día. Fui a la gasolinera a buscar transporte. En una hora apenas pasaron 2 o 3 coches que se quedaban a medio camino. (Peor el remedio que la enfermedad). Un camionero me llevaba pero también hacía noche en la carretera. 180 kms en trailer y por camino etíope son unas 10 horas de viaje. Unos turistas blancos pasaron de llevarme en su 4x4. Me dijeron que su conductor no quería. Joder, si el coche lo pagaban ellos. Se puede mentir mal, pero echarle la culpa al etíope que es un mandado...
Total, que al rato me viene un buscavidas y me dice que un autobús privado me lleva. Les pedí permiso y simplemente me dijeron: "you are welcome" y me dieron una botella de agua mineral porque me vieron sudando. Eran profesores de un cole que iban en plan viaje de fin de año a Lalibela. No conocían esa maravilla de la humanidad que hay allí e iban en plan peregrinación.
Eran encantadores y los tíos sabían cosas de España que jamás habría imaginado. Me preguntaron por el rey, el 23 f, Franco y ETA. Yo no se quién gobierna en Bélgica, y esta gente, casi sin internet saben esas cosas de un país tan insignificante como el nuestro.

(esa muesca que se ve arriba es la carretera)
A las dos horas de comenzar el viaje empezamos a subir unas montañotas de más de 3 mil metros y con barrancos espectacularmente empinados. Daba miedo. Cuando llegamos a la cima fuimos por una pista que en unos años será una carretera. Los chinos la están construyendo. Cuando íbamos por allí pinchamos una de las ruedas. Nos bajamos y estuvimos una hora. Nada, imposible.



Seguimos el camino a unos 10 kms por hora, o sea, que en 10 horas llegaríamos a nuestro destino. Se hizo de noche y paramos en un poblado sin luz y con millones de chavales con ojos fosforescentes y , como era de sospechar, no encontramos ninguna llave para cambiar la rueda de un autobús. Me despiste unos instantes, y al rato escuché un balido que venía del techo del autobús. Vi un cordero con cara muy triste atado a los hierros de la baca. Le pregunte a uno si ese bicho había estado viajando ahí todas esas horas. Me dijo que lo acababan de comprar para cenar. Comprendí con mi sagacidad habitual 2 cosas: que esa noche no llegaría al destino y que la cena era cordero. Les dije algo parecido a: "oyes, ¿y yo que hago?". A lo que me contestaron, que no me preocupara, que estaba invitado.
Montamos con unos hierros y unos plásticos una especie de tienda de campaña. Para cortar una cuerda saqué una multiusos de esas chulas que en esos países causan impresión. Al momento me dijeron que le diera un tajo al cuello del bicho. Les dije que mejor lo hicieran ellos, que a mí me daba la risa, y que si acaso agarraba al bicho por las patas.



En un pis pas el animal estaba encima de una olla enorme. Lo cocinaron con una especie de mantequilla líquida y con vino blanco. Esto último me pareció tan mediterráneo y tan extraño... Quizás sea herencia italiana, quién sabe. El cordero estaba correoso pero comestible. En todo caso no había otra cosa, y no le hago muchos ascos a la comida, y como la compañía era genial, el entorno espectacular, las estrellas, etc... Pues me supo a gloria. Estar de barbacoa con unos etíopes, en un poblado sin luz en mitad de las montañas era toda una experiencia.
Estuvimos echando risas hasta las tantas, hablando de mujeres, matrimonio, sueldos, hijos, sobre pegar a las mujeres infieles, pegar a los empleados, etc... Todas esas rutinas suelen interesarles mucho.
Estaríamos a unos 10 grados. Hacía fresquete pero ellos parecían cebollas de lo abrigados que iban. Le tuve que dejar mi saco a una profe que de pronto desapareció para irse a dormir. Me dio apuro despertarla para decirle que me lo devolviera, así que dormí sobre una sabana grande que me llevo para evitar colchones cochinos. El suelo estaba bastante empedrado, así que no se puede decir que descansara mucho, pero bueno, luego en el autobús me recuperé.
Al día siguiente y con la rueda reparada llegamos a Lalibela y mis amigos se convirtieron en mis guías turísticos. Todo lo que veis en las fotos no está construido, sin excavado hacia abajo. Estilo Petra, pero las igleisias están también labradas por el interior. Una maravilla poco conocida y que si estuviera en otro país...

Me invitaron a visitar su cole que estaba al sur de Adis. Desgraciadamente yo me volvía dos días después a Madrid. De vez en cuando nos enviamos mails. Qué gente!!!

6 comentarios:

Pecosa dijo...

Geniales, estas crónicas etíopes...

Estás super moreno en la foto. Pareces casi autóctono. Eres el de naranja, ¿no?

Ah, oye, por curiosidad: ¿lo de la sábana lo haces en todos tus viajes? Es de maruja total.

chuikov dijo...

a ver, es una sábana-saco. tiene la parte de atrás es mucho más larga para poder apoyar la cabeza en la tela y no sobre el colchón. En un lateral tiene una cremallera. si hay mosquitos me meto dentro porque no da mucho calor, y si no pues la abro, la despliego y duermo sobre ella.
es diseño propio y elaboración materna. sólo la llevo si preveo que las condiciones higíenicas de los hoteles de destino no son las ideales.

Anónimo dijo...

Me encanta el que te atrevas a estas aventuras, que envidia yo nunca me atreveria a viajar asi tan a la aventura.
Lo de la sabana me parece genial.

Saludos

Rosie dijo...

Menos mal que no te dejaron subir al 4x4, mira lo que te hubieras perdido.
Habrá mas crónicas?

Mica dijo...

Acabo de leer tu historia y me ha entrado depre. Eso es viajar. Vamos que a tu lado mis mini viajes resultan patéticos y carecen del más mínimo interés.Muy buenas las fotos. Un saludo.

ulises dijo...

Las experiencias vividas en los viajes son inolvidables.
Muy bueno lo de la sábana, yo que soy un poco rarito para dormir fuera de casa necesito un invento como ese.
Ya sabes, paténtalo y véndeselo a Coronel Tapioca.